MODERN MAN. THE LIFE OF LE CORBUSIER, ARCHITECT OF TOMORROW
Modern man es la biografía del arquitecto suizo que ha publicado Anthony
Flint, profesor del Lincoln Institute of Land Policy de Massachusetts,
en el cincuentenario de su muerte. 260 páginas, que se leen más como una novela que como un ensayo de arquitectura, descubriran sus
amantes (Josephine Baker en el podio), sus fobias (Picasso, Frank Lloyd
Wright...) y su secreto: el colaboracionismo.
"Le
Corbusier era impredecible, era difícil y arrogante, hasta el punto de
que los colegas que lo admiraban, al final, siempre querían tenerlo lo más lejos posible. Era un jefe espantoso para sus subordinados. Era un conquistador en
serie, no puedo entender qué es lo que retuvo a Yvonne [su mujer] a su
lado. Pero también era capaz de tener gestos increíblemente generosos.
No debía de ser fácil ser su amigo... Sé que debo ser prudente con los
términos médicos, pero creo que en su personalidad hay rasgos de alguna
forma suave de autismo".
El libro abre con una historia de adulterio, se trata de la aventura que unió a Le Corbusier con
Josephine Baker. Ocurrió en 1929, cuando las giras de la cantante y el
arquitecto coincidieron entre Argentina y Brasil. Su historia no era del
todo desconocida pero. Los dos coincidieron en un barco y se apuntaron a una fiesta de disfraces.
Josephine se visitó de muñequita china y Le Corbusier, de soldado indio
con gafas. "Es usted un compañero estupendo. ¡Qué pena que sea arquitecto!",
dijo la cantante. Y, aunque su marido andaba por ahí (y aunque Le
Corbusier estaba casado), lo que vino después debió de ser inolvidable.
Con la IIGM Alemania invadió Francia y puso un Gobierno títere a las órdenes del Mariscal Pétain. A Le Corbusier, que unos años antes había estado en la Unión Soviética y se había dado abrazos con Stalin porque, en fin, así se hacen clientes, le faltó tiempo para ponerse a disposición de los fascistas de Vichy, que, también encantados, le dieron un puesto que hoy llamaríamos ministro de urbanismo. Explica Flint. "A Le Corbusier le criticaron por ser fascista, socialista y capitalista, y todo al mismo tiempo. En realidad, era un arquitecto que buscaba encargos. Cortejó a Mussolini, trabajó para Stalin... Cualquier que se interesara por sus propósitos le estaba ofreciendo el cielo. No era ideología, era pragmatismo".Y continúa en el libro. "Cuando llegó el fascismo, Le Corbusier vio cuál era el nuevo orden en Europa, vio de dónde soplaba el viento y quiso adaptarse a las circunstancias. No fue el único. Le Corbusier era un pionero de lo que hoy llamamos 'networking', se trabajaba los contactos. Muchos de ellos se habían acercado a Vichy y eso hizo él mismo. Tengo la sensación de que su fe en Vichy se acabó pronto, de que en seguida se dio cuenta de que aquello no iba a funcionar. Y nunca hizo una declaración políticamente censurable, ninguna frase a favor de las políticas antisemitas, por ejemplo. Así que, en un momento dado dejó su cargo y se volvió a París".
Después de la Guerra, de nuevo, el arquitecto fue hábil para interpretar de dónde venía la
ola: "Después de 1944 se encontró con Charles de Gaulle, que sin duda
conocía dónde había estado Le Corbusier durante la Guerra, pero que
aceptó incluirlo en el proyecto de reconstrucción que necesitaba
Francia. El proyecto que llevó al esquema de la Ville Radieuse y a la
Unidad de Habitación, por ejemplo". Así que el sentido de la
oportunidad, es una parte de la historia. La otra es el esfuerzo por
reescribir el pasado. "Le Corbusier tuvo la determinación de suprimir su
colaboración con Vichy de la memoria. Nunca hablaba de esa época".
Picasso y Le Corbusier, en Marsella, en 1952. |
La relación entre Le Corbusier y otros arquitectos importantes de la época tampoco fue sencilla. Explica Flint, "Diría que Le Corbusier se consideraba un lobo solitario. La primera
vez que viajó a los Estados Unidos, en 1935, intentó visitar a Fran
Lloyd Wright, pero Wright, que no tenía mucho interés por él, lo evitó. A
Le Corbusier le quedó bastante resentimiento por aquello. En ese viaje
también se citó con Eero Saarinen con el que debió de conectar
relativamente bien. Y está su historia Picasso, que es muy
significativa. Le Corbusier era así, tan pronto te despreciaba como se convertía en una persona encantadora".
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