martes, 24 de febrero de 2015

MODERN MAN


MODERN MAN. THE LIFE OF LE CORBUSIER, ARCHITECT OF TOMORROW

Modern man es la biografía del arquitecto suizo que ha publicado Anthony Flint, profesor del Lincoln Institute of Land Policy de Massachusetts, en el cincuentenario de su muerte. 260 páginas, que se leen más como una novela que como un ensayo de arquitectura, descubriran sus amantes (Josephine Baker en el podio), sus fobias (Picasso, Frank Lloyd Wright...) y su secreto: el colaboracionismo. 

"Le Corbusier era impredecible, era difícil y arrogante, hasta el punto de que los colegas que lo admiraban, al final, siempre querían tenerlo lo más lejos posible. Era un jefe espantoso para sus subordinados. Era un conquistador en serie, no puedo entender qué es lo que retuvo a Yvonne [su mujer] a su lado. Pero también era capaz de tener gestos increíblemente generosos. No debía de ser fácil ser su amigo... Sé que debo ser prudente con los términos médicos, pero creo que en su personalidad hay rasgos de alguna forma suave de autismo".

El libro abre con una historia de adulterio, se trata de la aventura que unió a Le Corbusier con Josephine Baker. Ocurrió en 1929, cuando las giras de la cantante y el arquitecto coincidieron entre Argentina y Brasil. Su historia no era del todo desconocida pero. Los dos coincidieron en un barco y se apuntaron a una fiesta de disfraces. Josephine se visitó de muñequita china y Le Corbusier, de soldado indio con gafas. "Es usted un compañero estupendo. ¡Qué pena que sea arquitecto!", dijo la cantante. Y, aunque su marido andaba por ahí (y aunque Le Corbusier estaba casado), lo que vino después debió de ser inolvidable.  


Con la IIGM Alemania invadió Francia y puso un Gobierno títere a las órdenes del Mariscal Pétain. A Le Corbusier, que unos años antes había estado en la Unión Soviética y se había dado abrazos con Stalin porque, en fin, así se hacen clientes, le faltó tiempo para ponerse a disposición de los fascistas de Vichy, que, también encantados, le dieron un puesto que hoy llamaríamos ministro de urbanismo. Explica Flint. "A Le Corbusier le criticaron por ser fascista, socialista y capitalista, y todo al mismo tiempo. En realidad, era un arquitecto que buscaba encargos. Cortejó a Mussolini, trabajó para Stalin... Cualquier que se interesara por sus propósitos le estaba ofreciendo el cielo. No era ideología, era pragmatismo".Y continúa en el libro. "Cuando llegó el fascismo, Le Corbusier vio cuál era el nuevo orden en Europa, vio de dónde soplaba el viento y quiso adaptarse a las circunstancias. No fue el único. Le Corbusier era un pionero de lo que hoy llamamos 'networking', se trabajaba los contactos. Muchos de ellos se habían acercado a Vichy y eso hizo él mismo. Tengo la sensación de que su fe en Vichy se acabó pronto, de que en seguida se dio cuenta de que aquello no iba a funcionar. Y nunca hizo una declaración políticamente censurable, ninguna frase a favor de las políticas antisemitas, por ejemplo. Así que, en un momento dado dejó su cargo y se volvió a París". 

Después de la Guerra, de nuevo, el arquitecto fue hábil para interpretar de dónde venía la ola: "Después de 1944 se encontró con Charles de Gaulle, que sin duda conocía dónde había estado Le Corbusier durante la Guerra, pero que aceptó incluirlo en el proyecto de reconstrucción que necesitaba Francia. El proyecto que llevó al esquema de la Ville Radieuse y a la Unidad de Habitación, por ejemplo". Así que el sentido de la oportunidad, es una parte de la historia. La otra es el esfuerzo por reescribir el pasado. "Le Corbusier tuvo la determinación de suprimir su colaboración con Vichy de la memoria. Nunca hablaba de esa época". 

Picasso y Le Corbusier, en Marsella, en 1952.
La relación entre Le Corbusier y otros arquitectos importantes de la época tampoco fue sencilla. Explica Flint,  "Diría que Le Corbusier se consideraba un lobo solitario. La primera vez que viajó a los Estados Unidos, en 1935, intentó visitar a Fran Lloyd Wright, pero Wright, que no tenía mucho interés por él, lo evitó. A Le Corbusier le quedó bastante resentimiento por aquello. En ese viaje también se citó con Eero Saarinen con el que debió de conectar relativamente bien. Y está su historia Picasso, que es muy significativa. Le Corbusier era así, tan pronto te despreciaba como se convertía en una persona encantadora".

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