![]() |
Dibujo de Álvaro Siza. Casa de la madre de Le Corbusier en Vevey, 1981. |
El texto que hoy os transcribimos pertenece al artículo “vivir una casa”
que allá por el año 1994 escribía el arquitecto Álvaro Siza.
Quizás sea uno de los pocos arquitectos de la
élite que siguen dando prioridad al tema de la vivienda y en especial a
la casa como paraíso construido. El arquitecto luso sigue construyendo
magníficos edificios de todos los tamaños y escalas a pesar de que en
más de una ocasión ha afirmado que pierde dinero al construir una casa. Os dejamos con este texto que no tiene desperdicio.
“Nunca he sido capaz de construir una casa, una casa
auténtica. No me refiero a proyectar y construir casas, cosa menor que
todavía consigo hacer, no sé si acertadamente.
La idea que tengo de una casa es la de una máquina
complicada en la que cada día se avería alguna cosa: bombilla, grifo,
desagüe o la cerradura de seguridad.
Los cajones se atascan, se rompen las alfombras y la
tapicería del sofá del salón. Todas las camisas, calcetines, sábanas y
paños de cocina yacen rotos junto a la tabla de planchar, cuya tela de
protección presenta un aspecto lamentable.
Si hay jardín, la hierba crece amenazadora, todo el
tiempo libre del mundo es insuficiente para dominar la ira de la
naturaleza; pétalos caídos y legiones de hormigas invaden los umbrales
de las puertas, hay siempre cadáveres de pajaritos, de ratones y de
gatos. Se acaba el cloro de la piscina, se avería la depuradora; ningún
aspirador restituye la transparencia del agua o absorbe las patas de los
insectos, finas como cabellos…
¡y si sólo fuera eso!
Vivir en una casa, es una ocupación a tiempo completo.
El dueño de la casa es, al mismo tiempo, bombero de guardía, es un
enfermero y un socorrista. Domina todas las artes y profesiones, es
especialista en física, en química, es abogado o, de lo contrario, no
sobrevive…
Sin embargo nada supera la tortura de los libros que se
mueven misteriosa y automáticamente desordenándose a propósito,
atrayendo el polvo en sus cantos superiores y su grosor magnético. El
polvo penetra por el borde superior de las páginas, pequeñísimos ruidos
se las comen con un ruido indescriptible…
Por eso considero heroico poseer, mantener y renovar una
casa. En mi opinión, debería existir la Asociación de Cuidadores de
Casas, y todos los años se adjudicaría la correspondiente mención
honorífica y un elevado primero pecuniario.
Pero cuando ese esfuerzo de mantenimiento no se hace
aparente, cuando el saludable olor a cera de la casa, por otro lado bien
ventilada, se mezcla con el perfume de las flores del jardín y cuando
en ella nosotros – visitantes irresponsablemente poco atentos a los
instantes de felicidad – nos sentimos felices, olvidando nuestras
angustias de nómadas bárbaros, entonces la única medalla posible es la
gratitud, el silencioso aplauso, mirando a nuestro alrededor,
sumergiéndonos en las atmósfera dorada de un interior de otoño, al final
del día.”
Oporto, marzo de 1994.
El texto que acabáis de leer se puede encontrar completo en varias publicaciones como por ejemplo: Alvaro Siza – casas 1954-2004 Editorial Gustavo Gili, Pag.9
No hay comentarios:
Publicar un comentario