"Una arquitectura que atiende a necesidades, en lugar de imponer soluciones estandarizadas, dibuja un nuevo panorama".
"En Medellín la escuela Santo Domingo Savio demuestra que el espacio público, escaso en zonas muy densas, es más que un mero lugar de tránsito".
Estas son algunas de las frases que
Anatxu Zabalbeascoa utiliza para definir como una corriente humanista replantea la forma de construir desde la austeridad y la sencillez. Proyectos como la escuela de Santa Elena, en la costa norte de Perú, con un paisaje desértico, los
arquitectos Carlos Andrés Restrepo y Elizabeth Milagros Añaños querían ir más allá de la supervivencia y
alcanzar las sensaciones que la mejor arquitectura puede aportar. Para
lograrlo no echaron mano de la última tecnología, que no podían pagar,
sino de los habitantes del lugar. Fueron ellos quienes identificaron las
necesidades y las carencias que implica habitar el desierto,
insistiendo en la importancia de la sombra y los patios. Atendiendo a
esas prioridades, los arquitectos arreglaron el edificio existente y su
entorno para convertir un inmueble aislado en un lugar. Así, escuchando y
no imponiendo, actuando como guías más que como autores, Restrepo y
Añaños dibujaron un perfil distinto de arquitecto para el nuevo siglo.
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